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Triduo: Don Bosco y Domingo Savio, el evangelio de la alegría

ANS propone, en colaboración con don Pierluigi Cameroni, Postulador General de la Familia Salesiana para las Causas de los Santos, un Triduo en preparación a la fiesta de Don Bosco destacando algunos aspectos de las biografías de los adolescentes escritas por Don Bosco: Savio, Magone y Besucco. Don Bosco quiso ofrecer a sus hijos modelos positivos que imitar y así despertar en su corazón la maravilla ante la vida y vivirla con alegría y compromiso. Vamos a volver sobre algunos aspectos.

"Si un compañero mío, de la misma edad, en el mismo lugar, y expuesto a los mismos y tal vez mayores peligros, encuentra tiempo y la oportunidad de permanecer fiel seguidor de Jesucristo, ¿por qué no puedo yo hacer lo mismo también? Recordad muy bien que la verdadera religión no consiste sólo en palabras, necesita pasar a las obras; a continuación, encontrando algo digno de admiración, no se contenten con decir, eso es bueno, eso me gusta. Decid más bien: quiero trabajar para hacer las cosas que, leídas por otros, me excitan y maravillan".

Este asombro, en la historia de Domingo Savio, es típicamente eucarístico y encuentra su momento de gracia en el día de su Primera Comunión vista como una semilla que se cultivó y es fuente de vida alegre y de compromisos decididos: "Ese día fue para él siempre memorable y se puede llamar verdadero principio o más bien continuación de la vida que puede servir como modelo para cualquier fiel cristiano. Varios años después haciéndole hablar de su primera comunión, se veía todavía revelar la más profunda alegría en su rostro: ¡oh! aquel, solía decir, fue para mí un día hermoso, un gran día. Escribió algunos recuerdos que celosamente guardaba en un libro devocional y que leía con frecuencia: 1° Me confesaré muy a menudo y recibiré la comunión con la frecuencia que el confesor me lo permita. 2° Quiero santificar los días de fiesta. 3° Mis amigos serán Jesús y María. 4° La muerte antes que el pecado. Estos recuerdos, que a menudo repetía, fueron como la guía de sus acciones hasta el final de la vida".

El encuentro personal y cotidiano con Jesús en la Eucaristía lleva a Domingo a vivir el don apostólico que Don Bosco difunde entre los niños del oratorio y le insta a dar vida a la Compañía de la Inmaculada, vivero de la futura Congregación Salesiana. Tomando como modelo el ejemplo de Juan Bosco, pequeño apóstol entre sus compañeros en I Becchi, Domingo Savio revive el ardor y la pasión por formar los niños en las verdades de la fe: "Tan pronto como sea clérigo, decía, quiero ir a Mondonio, y quiero reunir a todos los niños menores y hacer con ellos el catecismo, contarles muchos ejemplos y hacerlos a todos santos. ¡Cuántos niños pobres pueden ir a la perdición por falta de quienes los instruyan en la fe! Lo que decía con palabras lo confirmaba con los hechos, porque en cuanto correspondía a su edad y educación, hacía con placer el catecismo en la iglesia del Oratorio, y si alguien tenía necesidad les daba clase y les enseñaba en el catecismo a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana, exclusivamente para hablar de cosas espirituales y hacerles saber la importancia de salvar el alma".

El punto culminante de esta parábola es cómo Don Bosco comunica a Domingo su gran preocupación por la salvación de las almas, el cuidado de las personas que están en la oscuridad acerca de la verdad, que sufren de la falta de justicia y de amor, y esto se convierte en la razón de su vida: "Un día un compañero indiscreto quería interrumpirlo mientras contaba un ejemplo en tiempo de recreación: ¿qué te parece esto? dijo. ¿Qué debo hacer? Responde; lo hago porque el alma de mis compañeros ha sido redimida por la sangre de Jesucristo; lo hago, porque todos somos hermanos, y como tal debemos amar nuestra alma; porque Dios nos recomienda ayudarnos los unos a los otros para salvarnos; lo hago porque si puedo salvar un alma encontraré seguramente la salvación de la mía".
Don Bosco se sintió tan conmovido por el testimonio de Domingo al confesar: "Mi afecto por él era el de un padre a un hijo, el más digno de su afecto".

La invitación de don Cameroni es, en este primer día del Triduo, despertar la gracia de asombro eucarístico y el compromiso apostólico por el bien de los demás.

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